Adiós al Cronopio Mayor
Por Jotamario Arbeláez
Ignacio Ramírez Pinzón murió en septiembre del 2000 en un hospital de Legnano (Italia), cerca de Milán, mientras organizaba un festival cultural de colombianistas, de un cáncer del páncreas que acababa de despertársele. No se dejó visitar ni para enterrarlo. La crónica de esa muerte puede leerse en el libro Los fantasmas felices, del mismo Nacho, editado en el 2007 por Teresa Montealegre en
Una, la soledad. Todos sus familiares habían muerto y sus hijos estaban lejos. Dos, la debilidad, combinada con los dolores atroces, que lo habían obligado a suspender la publicación de Cronopios, su página virtual de promoción cultural, cuya acometida lo mantenía en pie. Tres, el deterioro mental, que le impedía comunicarse, pues si se sentaba ante el computador a escribir una cosa le salía otra, en una exasperante dislexia. Por eso tampoco podía acometer ningún trabajo remunerado, lo que le impedía ganar un peso para pagar el arriendo y a la señora que le alcanzaba el vaso de agua. Corría el riego de terminar debajo un puente.
Por lo tanto, había tomado la determinación de acabar con su vida. Pero un cianuro o una estricnina no se venden en las farmacias. No tenía el dinero para un revólver, que nunca había disparado, y no podía en el último momento acudir a la violencia armada contra sí mismo. Había consultado con expertos en eutanasia, y concluido que tenía un elevado costo ingresar a una clínica y hacerse conectar para luego desconectarse. Sentí el impulso de tomar la almohada y ponerla sobre su cara. Me contuve. Me pidió que por lo menos toda esta tortura que vive la contara en esta columna, advirtiéndome que me cuidara de elogios. Él, siempre tan digno y discreto con sus propios sufrimientos. A lo mejor quería leer con anticipación mi artículo mortis.
Espero que sea la propia muerte quien le aplique la eutanasia. No puede ser la muerte tan inhumana con un ser que la está llamando. Muerte, llévatelo, por favor, no seas mierda. En lo posible, antes de que termine esta página. Te mato con un beso, querido Ignacio.
Entrevista con Marco Antonio Campos
El poeta y narrador mexicano, quien ha obtenido los premios Xavier Villaurrutia (1992), Nezahualcóyotl (2005), el Premio Casa de América (España, 2005), y
Más allá del abuso y la jactancia imperialista, ¿qué significados ocultos, subrepticios, tiene el muro que los Estados Unidos construye en la frontera con México?
El odio al Otro. Es una injuria visible si se toma en cuenta que somos parte del TLC. Sin embargo, de los treinta millones de origen latino en Estados Unidos dieciocho son de origen mexicano. Los estadounidenses nos arrebataron con los Tratados de Guadalupe-Hidalgo de febrero de 1848, luego de una guerra atrozmente injusta, más de la mitad del país. Hemos sufrido de parte de ellos desde entonces decenas de invasiones de toda índole que en su momento documentó minuciosamente en un libro el admirable historiador Gastón García Cantú. Pero esa mitad del país de alguna manera es ya desde hace tiempo otra vez un poco nuestra. Al imperialismo económico hemos opuesto el contra imperialismo demográfico. Irán con el muro a Estados Unidos menos mexicanos pero seguiremos lentamente recuperando lo que fue –lo que debería ser– nuestro. Hay un inconsciente histórico en ese innumerable flujo de mexicanos, que sin saberlo, se están cobrando la revancha.
En cuanto a la guerrilla Zapatista: ¿Cuál fue su parte de leyenda? ¿Cuál su parte de realidad? ¿Cuál su parte de mistificación? ¿Qué destino le corresponderá en el porvenir de México?
Yo creo que fue una guerrilla que simpatizó enormemente, porque reivindicaba a los campesinos, pero sobre todo a los indígenas. ¿Por qué? Porque hay dos suertes de guerrillas: las que apuestan por los desheredados y las que buscan sólo tirar los gobiernos; en las encuestas, las primeras tienen la simpatía mayoritaria y las otras poquísima adhesión. Además, salvo los diez primeros días de rebelión, no se volvió a disparar un solo tiro. Fue una guerrilla hábilmente mediática en la que un lúcido Marcos ponía contra la pared al gobierno. No todo fue miel sobre hojuelas. Pasaron después dramáticas matanzas, entre ellas las de Acteal, producto de la guerra de baja intensidad, creada por el ex presidente Zedillo, el ex ministro de Gobernación Emilio Chuayffet y los altos mandos militares, en complicidad con el entonces gobernador de Chiapas, que terminó con una salvajada sin nombre donde paramilitares indígenas, beneficiarios del PRI, asesinaron de la manera más despiadada a decenas de hombres, mujeres y niños indígenas inermes.
En cierto momento los zapatistas crearon sus municipios autónomos que buscaron ser autosuficientes. Pero las cosas, después de 14 años, se han desgastado. Marcos, del que admiraba su lucidez, pero que tenía y tiene la rara debilidad de creerse escritor y de escribir cuentos y poemas como si los escribiera su peor enemigo, parece haberse trastornado, y su discurso se ha ido a la izquierda de la izquierda. Ha perdido el sentido de la realidad. Ha apoyado y se ha dejado apoyar por grupos radicalmente violentos y ha defendido guerrillas impresentables como
¿Qué siente al ocupar la silla de Octavio Paz en
Ni premios ni distinciones te hacen mejor, pero como anotaba en sus aforismos Francesco Guicciardini, el notable pensador florentino del Renacimiento, es mejor tenerlos que no tenerlos. Durante unos ocho años llevé muy buena relación con Octavio Paz, escribía de cuando en cuando en la revista que fundó y dirigía (Vuelta), pero llegó un momento (yo era director de literatura de
¿Qué hace que la verdadera poesía siga siendo la gran resistencia humana? ¿Qué la inmuniza de las tentaciones y del reclamo perpetuo del mundo comercial del show business?
Uno escribe porque algo fatalmente en la sensibilidad y en la emoción lo lleva a hacerlo. Porque busca ante determinadas experiencias volverlas algo bello y que esa realidad se vuelva asimismo una nueva realidad. El poeta trata de crear la doble realidad: es como el hombre que se halla en la ventana y puede ver hacia el jardín y hacia dentro de la casa. Uno quiere, uno ha querido, como Ungaretti, escribir una “bella biografía”, que no es otra cosa, sino dejar en los libros la historia del alma. Si lo leen muchos o pocos eso no importa. Mis amigos novelistas suelen estar desesperados por tener lectores y vender sus libros; los poetas no lo vemos así, o si alguien lo piensa, ha perdido todo sentido de la realidad. Por eso las mejores editoriales de poesía en occidente son las pequeñas: defienden a sus autores y defienden cada libro. Las grandes editoriales circulan de tres a seis meses los libros y luego los embodegan o los rematan o los rompen. En México, por ejemplo, es admirable la labor de El Tucán de Virginia, con más de doscientos cincuenta títulos y en una de sus colecciones (Los bífidos) tiene alrededor de cien de los mejores poetas de occidente en traducciones regularmente muy cuidadas. La poesía no te da dinero en regalías, pero te lo da de otra manera. En mi caso me dio ante todo una perspectiva estética de la vida. ¿Y qué más puedo pedir?
¿Está el mundo huérfano de poetas tutelares? ¿Todavía tenemos la inocencia y el fulgor para inventar ismos?
Mire, el trabajo de la poesía es individual y uno escoge sus propios poetas tutelares, que no tienen por qué ser los vivos. Respecto a los ismos, ya César Vallejo en un artículo de los años veinte del siglo pasado, se quejaba de que cada semana aparecía un nuevo ismo, él, que había escrito con Trilce un libro donde descuadraba extraordinariamente el lenguaje. En 2009 se cumple un siglo de la aparición del Futurismo, es decir de la aparición de la primera de las llamadas vanguardias. ¿No le parece, como dijo Paz a fines de los ochenta, que ya las vanguardias son una reliquia? En general la inmensa mayoría de los llamados poemas “vanguardistas” son juegos verbales que hielan la emoción del verso. Cuando me hablan de las vanguardias suelo pedir que me digan de memoria, por ejemplo, un poema de Marinetti, de Tzara o de Breton; nadie me ha dicho uno completo y a menudo no recuerdan siquiera un verso.
Quizá porque los poetas, si no entran al juego comercial, al menos buscan reconocimiento y ser publicados en las principales editoriales y revistas y ganar premios, y si no lo consiguen, muchos, por desgracia, se van llenando de envidia. Es “la tristeza del bien ajeno”, como dijo alguien. El poeta malo suele creerse bueno, el bueno muy bueno, el muy bueno quiere que lo consideren un grande. Se pierde el sentido de la proporción. Hay notabilísimas excepciones, desde luego; pienso ante todo en Borges cuya modestia –me consta– era del todo genuina, quien creía que con su cuerpo moriría su obra, o al menos, sólo quería ser recordado por algún verso que alguien repitiera sin darse ni siquiera cuenta que era de él. Y sin compararme ni de lejos en lo más mínimo a Borges quisiera que pasara lo mismo con algún verso mío.
Último poema de Víctor Jara
En el Estadio Chile había cientos de obreros, artistas y profesionales encerrados, torturados y mancillados como una retaliación del pérfido general (Pinochet) que dijera: “a veces la democracia necesita un baño de sangre para seguir siendo democracia”. Y entre ellos estaba Víctor Jara, el cantautor, el poeta, el artífice de las canciones con las que
Él sabía que no saldría jamás de allí, y entonces escribió el poema “Estadio Chile”. Lo rodó subrepticiamente a un compañero… y este a otro… hasta que, por encima de las torturas y las amenazas, el hermoso documento lírico logró escapar de la infamia.
El cadáver del músico fue encontrado en el anfiteatro de Santiago: tenía las manos mutiladas.
Estadio Chile
Somos cinco mil aquí
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, angustia, pánico,
dolor, presión moral, temor y locura!
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Un muerto, uno golpeado
como jamás nunca creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
unos saltando al vacío,
otros golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos..., todos, con la mirada fija
de la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión certera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas,
la matanza es acto de heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de ascenso y de trabajo?
En estas cuatro murallas, sólo hay un número
que me preocupa,
que lentamente quería más la muerte.
Pero de pronto me golpea la conciencia
y veo esta marea sin latido,
pero con el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
lleno de dulzura...
¡Y México y Cuba y el mundo
que grita esta ignominia!
Somos diez mil manos que producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
¡Así golpeará nuestro puño nuevamente!
¡Ay, canto, qué mal me sales!
¡Cuándo tengo que cantar, espanto!
Espanto como el que vivo,
como el que muero, espanto.
De verme entre tanto y tantos
momentos del infinito
en que el silencio y el grito
son las metas de este canto.
Lo que veo nunca ví,
lo que he sentido y que siento...
harán brotar al momento... (borroneado en el original)
de la sangre, un fusil...
Censura y autocensura al lenguaje
No deja de llamar la atención que sucedan hechos tan escandalosos como la invasión estadounidense a Irak, así como todos los horrores que se han descubierto y ocurrido luego, y que sea casi un milagro que en algún análisis se utilice la palabra imperialismo para calificarlos. Y poco ocurre que se vincule al neoliberalismo con los intereses y presiones de los países globalizadores, a pesar de que un personaje como Henry Kissinger explicó que “lo que se denomina globalización es en realidad otro nombre para la posición dominante de Estados Unidos”, es decir, del imperialismo que practican los dirigentes de ese país.
Ante tanto silencio, e incluso padecer recriminaciones por usar esas palabras, me asaltó la duda de que no hicieran parte del idioma o que no significaran lo que pensaba, por lo que decidí recurrir a la vigésima segunda edición del diccionario de
Entonces, si por el uso de dichos calificativos se padecen recriminaciones, no es porque no existan para explicar unos hechos que ocurren a diario y afectan al mundo y a Colombia, sino porque no debe mencionarse la soga en la casa del ahorcado. Unos censuran o se autocensuran por las mismas razones por las que los cortesanos del rey que andaba desnudo lo alababan por las magníficas vestimentas que decían llevaba. Es tal la presión del mayor imperio de la historia de la humanidad y de sus partidarios, que incluso han logrado que hasta personas informadas, que entienden lo que ocurre y lo repudian, se muerdan la lengua a la hora de comentar el fenómeno.
Algo parecido empieza a ocurrir con la palabra neoliberalismo, sobre la cual también –los neoliberales, por supuesto– empiezan a ejercer todo el poder de su censura. A pesar de que el calificativo es científicamente preciso, porque define bien la reedición de las doctrinas de Adam Smith que se usaron para defender el liberalismo económico y los intereses del imperio inglés en los siglos XVIII y XIX, ya casi hay que pedir perdón por usarlo. Y es claro que no se equivocan los censores, dado que este debate no es, como pudiera pensarse, un asunto meramente formal. Pues como lo único que no tiene nombre es lo que no existe, se convierte en un idiota a quien proponga oponerse o sustituir un modelo económico inexistente. ¿No ayuda bastante a defender la política económica que rige en Colombia desde 1990, la cual se profundizaría hasta el absurdo con el TLC, si se impide que se le dé nombre propio al conjunto de medidas que la definen?
Además, el país y el mundo se llenaron de eufemismos, de palabrejas o frasecillas que se usan para reemplazar, desnaturalizándolas, a otras que describen bien los fenómenos. Por ejemplo, a un plan draconiano de despidos masivos lo motejan de proceso de reestructuración laboral; a una situación en la que un pez grande se apresta a comerse a uno chico la llaman relación asimétrica; a las imposiciones del FMI les dicen recomendaciones; ayudas a los linimentos que les facilitan los negocios a los monopolios gringos, y así… unas cosas se cambian por otras mediante una simple manipulación semántica.
Y lo más lamentable de estos trucos, simples actos de prestidigitación para ocultar la realidad, es que en ellos caen, víctimas de la presión, no pocos analistas democráticos, quienes debieran tener como primer propósito de sus explicaciones que fueran comprensibles no sólo para los iniciados en las artes de la traducción de los eufemismos, sino principalmente por quienes no lo son.
El lenguaje se convirtió también en parte del debate sobre la globalización neoliberal, lucha que en este caso gira en torno a definir si se puede usar o no cada palabra que tiene el diccionario y a si deben ser comprensibles o no las frases que explican los hechos que afectan a la sociedad.
René Char: Poesía y dignidad
(Afiche: Homenaje de Pablo Picasso al gran poeta francés)
René Char hubiese cumplido cien años en junio de 2007. Si bien ya no está a nuestro lado, podemos congregarnos en torno a su palabra luminosa y convocar nuevas confabulaciones desde la casa del lenguaje. Su poesía y su lucidez nos acompañarán siempre. Éste no es más que un breve homenaje a mi hermano, el poeta.
Pretender tener la razón es un acto eminentemente agresivo. Bajo esta mirada de medusa toda diversidad es petrificada y el poder entroniza sus esfinges cotidianas. La razón no se puede tener, es una búsqueda que se repliega en sí misma como un grácil bucle. A todo poder le horroriza el teorema sin resolver o el poema que no lo legitima, entonces suelta sus jaurías tras las voces, tras los cuerpos que se resisten a su ladrido unívoco sembrando lenguajes de indignidad en todos los caminos de pasos sin huella.
Pero la poesía frota sus yescas en los ojos sin párpado de esa indignidad. Y no es del consentimiento de lo que se habla, es de la gran pregunta que la imaginación le inflige a esa realidad que se proclama única desde la razón. La poesía borra esas fronteras, echa abajo empalizadas y se instala en ese umbral donde ya no se confunde la acción con la expiación, ni la partida es señal de aniquilamiento.
“He aquí la época en que el poeta siente erguirse en él esta meridiana fuerza de ascensión”, fuerza de ascensión que le permite abatir los rígidos dualismos, que le permite echar abajo tanto encierro de dureza sin matices. La poesía instaura altas techumbres de paciencia, espacios de resistencia donde habita la última humanidad bajo el sol negro del pensamiento único. La libertad: dignidad de la poesía.
La nueva esclavitud
Hemos construido una civilización a la medida de nuestras pesadillas. Mientras el 40% de los habitantes del planeta vive en la miseria y nuestras convicciones han sido planificadas desde los núcleos de poder, somos castigados sistemáticamente por una culpa que no hemos cometido, y como si fuera poco, sabemos que el Gran Hermano vislumbrado por Orwell en su novela 1984 no cesa de vigilarnos.
Kafka, el gran cronista de la contemporaneidad, nos había prevenido de la opción de convertirnos en abyectos insectos, y de la aún más terrible posibilidad de ser condenados por un crimen jamás cometido, pero poco dijo de la tiranía de las “verdades” impuestas.
Nuestro tiempo se ha caracterizado por instaurar formas de dominio más sutiles y opresiones más patéticas que aquellas que campeaban en siglos anteriores; pues es evidente que los esclavos de la antigüedad conocían su ignominioso destino, mientras que los de la contemporaneidad ignoran su condición ultrajante. Una extraña venda se ha posado sobre nuestros ojos. “¿Qué nos está pasando ahora?”, dijo Kant en 1784; pregunta hoy más necesaria que nunca.
Los monopolios de la imaginación con sus industriosas trampas sensibles han decidido nuestra ingenua confianza en sus “verdades” diseñadas. El Soma del que habla Huxley en Un mundo feliz, es dosificado a nivel planetario irradiando su amnesia, mediante una nueva taumaturgia.
No sólo los trabajadores sufren una esclavitud manifiesta, atemorizados por poderes hiperreales y por discursos excluyentes. Ni los desempleados o las víctimas que impone la sociedad para hacer creíble la ilusión que la sustenta. Pues si existe el memoricidio, si una estrategia a-crítica es generalizada y producida por el enjambre mediático, si nuestra mente es el blanco de una cultura que propone un diluvio de imágenes que impide ver el horizonte, es sin embargo necesario afirmar que el olvido no es feliz como se insinúa en la novela de Huxley, pues esta desmemoria que hemos construido incuba una devastación interior nunca deleitosa.
No deja de ser contradictorio que la civilización que más ha impulsado la individualidad en
El individuo vive su agonía, se ha industrializado su existencia. Todos los habitantes del planeta deben pensar aquello que deciden las multinacionales televisivas y los periódicos más influyentes. Todos debemos viajar a los mismos lugares y vestirnos según la imposición de los centros de dominio, prescindiendo de la comida lenta y de las bebidas proscritas por el espejismo publicitario. Todos debemos escuchar la misma música inocua y celebrar su arte domeñado, apreciando cómo las generaciones más jóvenes, ni siquiera se plantean la opción inversa, un salto fuera de su sombra, un interregno de rebeldía. Hemos exilado a Prometeo.
La nueva esclavitud extiende sus dominios. La publicidad ha demostrado ser uno de los medios de dominación más sutiles y peligrosos. La televisión, y todo aquello que comienza como un milagro, ha terminado por imponer sus entorpecedores grillos, y la hemos visto desgastar el asombro. La información nos ha incomunicado, y es así como nadie recuerda los eventos trascendentes, nadie vislumbra lo que ocurre tras las bambalinas del hecho histórico, y por eso hemos quedado indemnes, sin armas eficaces para contener el advenimiento de los nuevos inquisidores.
Un unanimismo se cierne en el horizonte y parece no dar tregua. Vivimos
Vivimos un tiempo desintegrador. El comercio de la “verdad” es degradante. Hemos llegado a un punto de servidumbre en el cual la única libertad de prensa estaría en la abolición de los grandes medios que tantas veces determinan el rumbo de los países, la libertad de credo en suprimir las terribles religiones del Libro, la libertad sexual en abolir la pornografía hasta en sus más sutiles representaciones, y la libertad política tan sólo podría hallarse suprimiendo esa mentira que llaman democracia. Fuimos conducidos al límite.
Sin embargo el engranaje del poder es insaciable, y como lo soñó el visionario Charles Chaplin, todos seremos devorados por las máquinas y peor aún por las pantallas, por sus tornasoladas fauces, y por un discurso que se podría denominar “cautivo”. La contienda por la verdad ya no es teológica sino que corresponde a esos dioses de paso, a esas deidades efímeras que son las actrices, los deportistas o los cantantes de rock, y a los tiranos, que como Narciso, naufragan en su lago, pero muy lentamente, porque ésta vez no se ahogan en pozos de agua sino de cristal líquido.
En tanto, el espíritu religioso –ese experto en exterminios–, continuará afilando sus armas desde los órdenes políticos para que sus adeptos sigan atemorizando el planeta, pero esta vez operan sigilosos.
Estamos en el tiempo en el cual somos condenados sin pruebas, ejecutados sin juicio y sabemos que será muy difícil retomar el rumbo que nos lleve a destruir esta nueva esclavitud que se extiende en todo el planeta, y que debemos inventar algo en las esferas de la imaginación y del lenguaje para impedir la marcha de los nuevos e invisibles inquisidores que avanzan inexorablemente hacia nosotros. Y quizá la única posibilidad que tenemos, como lo afirmó Foucault, será la de forjar un nuevo régimen de producción de la verdad, pues sólo desprendiendo la verdad que sustenta las formas de dominación usuales podremos denunciar el engaño generalizado. La sociedad es un acervo de fuerzas legitimadas por seductoras creencias, por certidumbres que casi siempre tiranizan y esconden una cruel farsa, y se hace imperativo urdir una estrategia que culmine en su develación.
Pero mientras tanto, veremos con Nietzsche, crecer los desiertos.
Silencio del Cronopio
Se trata de un momentáneo silencio, un intervalo de Ignacio Ramírez Pinzón, gran amigo, confabulador, lúcido compilador de travesuras creativas, crítico mordaz de la realidad domeñana y sus pérfidas encarnaciones, y alguien que señaló un nuevo camino, entre otros a los creadores y responsables de Con-fabulación, que imaginaron su proyecto partiendo de la notable significación y hondura de Cronopios.
Pero este ya clásico diario virtual no es la única empresa y encarnación que Ignacio ha emprendido en su carrera fecunda. El gran periodista, quién también fue guionista cinematográfico de filmes muy exitosos, trabajo primero, como casi todos nosotros, en la prensa oficial y se exilió de ella, como en parte también lo estamos haciendo la gran mayoría, al descubrir los restos de cicuta que duermen en sus entretelones. Además se trata de un escritor lúdico, con un tomo de cuentos fantásticos –
Esperamos que muy pronto reaparezca, con nuevos embates y nuevos hechizos, el diario de los lectores alerta, del espectador prevenido, del testigo que vendrá: Habla de nueva y baila catala, cronopio cronopio
APPR es denunciada por editorial colombiana
Vivir es estar en infracción
VIVIR es estar en infracción.
A una ley o a otra ley.
No hay más alternativas:
no infringir nada es estar muerto.
La realidad es infracción.
La irrealidad también lo es.
Y entre ambas fluye un río de espejos
que no figura en ningún mapa.
En ese río todas las leyes se disuelven,
toda infracción se vuelve otro espejo.
Cuentos Crueles
La biografía del conde Jean Marie Mathias Philippe Auguste, parece calcada sobre uno de sus cuentos. Nacido en Saint Brieu en 1838, fallece en París en
El París de la segunda mitad del siglo XIX no solo consumió los últimos francos del patrimonio del conde de L ´Isle-Adam sino que lo condenó casi a la extrema miseria. Villiers de L ´Isle-Adam probó suerte con la poesía y el teatro, pero ninguno de los dos géneros le propició el éxito. Su obra surgió bajo la influencia de Charles Baudelaire y Edgar Alan Poe y se mueve entre el simbolismo y el ocultismo.
Su figuración en las letras francesas y universales se debe sobre todo a sus Cuentos Crueles cuya primera serie apareció en 1883 y la segunda, Nuevos Cuentos Crueles, publicada en 1889.
Los personajes de estos cuentos son seres al borde del abismo, llevados allí por el fracaso en el amor, en los negocios o en la vida misma y parecen ser proyecciones de los avatares de la existencia azarosa de su autor.
Todos los protagonistas de sus narraciones se mueven en una atmósfera densa en la que no es posible entrever el más tenue lampo de claridad. Todos tienen como destino final la más oscura fatalidad o la desfiguración de lo aparentemente bello, como ocurre en el cuento “Flores de las Tinieblas”, en el que las ofrendas florales que adornan los féretros, terminan vendidas por las pequeñas floristas en las noches de los cabarets parisinos.Función política de la poesía
¿La poesía tiene una función política? Esta es otra manera, quizás prosaica, de formular esa pregunta que, desde Hölderlin, inquieta a los creadores y que constituye la esencia de la poesía moderna. Es decir, desde que el poeta dejó de ser el florero de salones burgueses y Baudelaire salió a la calle a buscar la belleza. El resto es literatura. Y ya sabemos que don Antonio Gamoneda afirma que la poesía no es literatura, es una realidad en sí misma.
Esta pregunta invierte la perspectiva de un yo romántico que se interroga ¿para qué poetas en tiempos de miseria?, o de la búsqueda de una razón efectiva que tras el horror se pregunta ¿para qué poesía después de Auschwitz? Cuestionamiento que hostiga permanentemente su ejercicio como legión de moscas tras una miel que suponen nutricia.
En cuanta ocasión se hace pública, esta pregunta se instala como formulación de la ingenua periodista que cubre las noticias culturales para la sección de farándula, o como exigencia de compromiso por parte de organizadores de festivales que quieren firmar manifiestos, o como indagación fácil en un país atribulado por la guerra, o como caldo de agujas para alimentar la rabia frente a la indignidad que se regodea en muchos casos, a expensas de ideologías complacientes.
Frente a esta pregunta, respondo no. La poesía no tiene ninguna función política. Pregúntenle al panadero por su pan, o las piedras que florecen saxígrafas, o a la rosa que floreció en el sueño del poeta. O a cualquier forma de expresión que pretende acercarse a eso indecible que no es, precisamente, la moderna ilusión comunicativa.
Quizás, por esta vía, nos acerquemos a la experiencia trágica de los griegos, lugar donde el “yo”social se quiebra y ya no sabe quién es, y que nosotros, como lo advierte Carlos Fuentes, no hemos logrado elaborar para superar las catástrofes que nos constituyen.
Otro asunto son las relaciones que establece el poeta, como todo ser humano, con su tiempo. Cuando se vive en medio de la indignidad producto de una tradición excluyente, de una moral como hidra de seis cabezas, no es necesario ir a buscar nada donde nada hay. Y menos aún invocar a la poesía como a la sibila de Cumas, como al asesor de turno, que desde hace bastante tiempo no nos dice nada porque no sabemos preguntarnos.
La poesía permanece muda, como diría Celan, pero próxima y accesible. ¿Para qué invocar palabras en medio de tanto alboroto, de tanto grito al aire? Quizás alguien, poeta o no, encuentre la poesía y en su trato con ésta, quizás, algo, como chispa sagrada se agite, se encienda. Y es aquí donde retorna como problema político, expresada como imposibilidad de la tragedia
Una transformación que muestre la fragilidad de lo individual podría ser una respuesta. Hemos creído, a pie juntillas, eso del amor al prójimo, y eso de que la democracia es la voluntad de la mayoría, la voz de dios que ahora pareciera ser la voz de las encuestas. Ésta no se manifiesta, últimamente, a pesar de tanta promiscuidad tecnológica que pretende alcanzar ese cielo color de lejanía.
Una verdadera democracia, esto lo descubrieron los griegos aunque luego lo pervirtieron muchos de sus generales esgrimiendo la fuerza del poder ante la razón de los argumentos, se basa en una comunidad de personas donde lo individual es fuerte gracias a su experiencia del otro como inaccesible.
Una individualidad fuerte porque es capaz de mirar de frente a ese animal terrible, una individualidad que pregona “el pensamiento desinteresado”, una individualidad que es capaz de enfrentar la diferencia sin creer que es un monstruo, una individualidad que ha salido de la caverna y tanta luz cenicienta no la ciega, una individualidad fuerte porque es capaz de optar y decidir en medio de un agitado mar de sirenas, una individualidad que sólo pretende ser “mala conciencia de su época”.
La poesía avanza en contra de sí misma y la democracia tendría mucho que aprenderle si entiende que, aún ella misma, se erige como versión institucional contra ese miedo a las masas, a lo incontable. No de otra manera entiendo los reclamos, nada seductores, de quienes han hecho de la indignidad nuestro sustento.
Así, la poesía sólo es constatación de que nos constituye eso indecible que, extrañamente, nos acerca. La poesía, posibilidad de un orden otro frente a las gramáticas reguladoras de ese vacío de sentido, del mundo como espacio del permanente malentendido. O como nos propone Char, rebelde por siempre, “el poeta es el barquero de todo esto que forma un orden. Y un orden insurrecto”.
A las víctimas el infierno
De uno de los padres del Anarquismo (1814-1876), traductor de Fichte y Hegel, fundador de
¿Los hombres están condenados por su naturaleza, a devorarse unos a otros para vivir, como lo hacen los animales de otras especies?
Desgraciadamente, encontraremos en la cuna de la civilización la antropofagia, al mismo tiempo y enseguida las guerra de exterminio, la guerra de razas y pueblos; guerras de conquista, guerras de reequilibrio, guerras políticas y religiosas, guerras por las grandes ideas como las hace
Y en el fondo de todo esto, al través de todas las frases hipócritas de que se hace uso para darse una apariencia de humanidad y de derecho, ¿qué encontramos?
Siempre la misma cuestión económica: la tendencia de los unos de vivir y prosperar a expensas de los otros.
Todo lo demás es una bola. Los ignorantes, los tontos, se dejan coger en ella; pero los hombres fuertes que dirigen los destinos de los Estados saben muy bien que en el fondo de todas las guerras no hay más que un interés: el pillaje, la conquista de la riqueza de otro y la apropiación del trabajo ajeno.
Tal es la realidad, a la vez cruel y brutal, que los dioses de todas las religiones, los dioses de las batallas, no han dejado nunca de bendecir; empezando por Jehová, el dios de los Judíos, el padre eterno de nuestro señor Jesucristo, que mando a su pueblo escogido a asesinar a todos los habitantes de la tierra prometida, y concluyendo por el dios católico, representado por los Papas, que, en recompensa del asesinato de los paganos, de los mahometanos y los herejes, dieron la tierra de esos desgraciados a sus asesinos llenos de sangre. A las víctimas, el infierno; a los verdugos, sus despojos, los bienes de
Ese es, no otro, el objeto de las guerras más santas, de las guerras religiosas.
Es evidente que, hasta la fecha al menos, la humanidad no ha procurado excepciones a la ley general de la animalidad que condena a todos los seres vivos a devorarse unos a otros para subsistir.
El socialismo, poniendo en lugar de la justicia política, jurídica y divina, la justicia humana, reemplazando el patriotismo por la solidaridad universal de los hombres, y por la competencia económica por la organización internacional de una sociedad fundada en el trabajo, será el único que pueda acabar con estas manifestaciones brutales de animalidad humana, con las guerras.
Pero, hasta que haya triunfado en el mundo, todos los congresos burgueses por la paz y por la libertad protestarán en vano, y todos los Víctor Hugo del universo los presidirán en balde; los hombres continuarán devorándose unos a otros como las fieras.
Está bien demostrado que la historia humana, como la de todas las otras especies de animales, comenzó por la guerra.
Esta guerra, que no tuvo no tiene más objeto que conquistar los medios de vida, ha pasado por diferentes fases de desarrollo, paralelas a las distintas fases de la civilización, es decir, del desarrollo de las necesidades del hombre y de los medios de satisfacerlas.
Así, animal omnívoro, el hombre ha vivido primero como todos los otros animales, de frutas y plantas, de caza y de pesca. Durante muchos siglos, sin duda, el hombre, cazó y pescó cual hoy aún lo hacen los animales, sin ayuda de más instrumentos que los que la naturaleza le había dado.
La primera vez que se sirvió del arma más grosera, de una estaca o de una piedra, hizo acto de reflexión, se afirmó, sin sospecharlo indudablemente, como un animal pensante, como hombre; porque las más primitivas de las armas debiendo necesariamente adaptarse al fin que el hombre se propone alcanzar, suponen cierto cálculo, cálculo que distingue esencialmente al hombre animal de todos los otros animales de la tierra. Gracias a esta facultad de reflexionar, de pensar, de inventar, el hombre perfeccionó sus armas; muy lentamente, es cierto, a través de muchos siglos, y se transformó por esto mismo en cazador o en bestia feroz armada.
La ópera flotante de John Barth
Es la primera novela del escritor estadounidense John Barth, nacido en Maryland en 1930. Publicada en 1957, cuando su autor tenía 27 años, se inscribe de inmediato en la lista de las grandes novelas norteamericanas del siglo XX.
La acción se sitúa en los años veinte y la narra en primera persona su protagonista, personaje que desde su más temprana edad vive bajo la amenaza de muerte súbita a causa de la cardiopatía que lo afecta. Esta circunstancia lo predispone a vivir cada segundo de su existencia como si fuera el último y le lleva a redactar una carta dirigida al padre con quien no se entiende en la que trata de descifrar las razones de ese desentendimiento, misiva que nunca envía porque su progenitor, antes de que la concluya, se ahorca con el cinturón de sus pantalones. Esa misma voluntad de goce le lleva a aceptar un menage a trois con una joven pareja conformada por ricos herederos que ante la confesión de su virginidad, ofrecen sacarlo de esa excepción vergonzosa.
El tono en que está compuesta esta novela de Barth es el de un humor negro, corrosivo y no obstante que Maryland está lejos del sur legendario, en los cuadros de comedia que la conforman, se respira el clima cálido y húmedo de las vecindades del Missisipi.
Barth es autor, además, de las novelas Quimera, El fin del camino y Perdido en la casa del placer, entre otras y se confiesa admirador y discípulo de Borges, Nabokov y Beckett. Recibió, en 1972, el Premio Nacional del Libro.
La pobreza y sus metáforas
Todos tenemos amigos que solamente se pueden amar en la memoria. Compañeros de viaje en algún instante del pasado, bruñeron las mismas quimeras y labraron sueños similares a esos que se quedaron a vivir en nosotros, y cuya oscura culpa pagamos, expiación contradictoria y dolorosa, con frecuencia exasperante. A la mayoría de esos amigos los perdimos porque se enriquecieron y un día, transmutados en efímeros dioses caseros, ya no tuvieron nada que ver con nosotros, a pesar de los esfuerzos diplomáticos y algunas tristes señales de la nostalgia, que en su estado prematuro se parece mucho al ulular de una sirena. Ellos habían madurado, lo que entre nosotros quiere decir hacerse a una buena bolsa, alzarse con una fortuna sin que importe demasiado la metodología. Crecer es enriquecerse. La vida se trata de que unos suban y otros bajen, unos se conviertan en elegidos y los otros en desheredados, unos pasen a engrosar la memoria de los asalariados y otros la amnesia de los ricos. Aquellos amigos ya tenían un atisbo de futuro, ya la primavera se les abría generosa… eran grandes, empezaban a hacer compras importantes, exhibían, fulgurantes y temibles, sus primeras escrituras y sus doradas y dadivosas tarjetas de crédito y el mundo, con ímpetu generoso, con premura les hacía un puesto de lujo. Mientras tanto nosotros, los que seguíamos pobres, adquiríamos este semblante de huérfanos que no le sirve sino a los suicidas cuando, después del último movimiento, empiezan por fin a contar su historia.
El que se enriquece es instantáneamente respetable porque obtiene la porción de realidad necesaria para abandonar la condición de proyecto, de esbozo, de croquis, de tentativa sospechosa, de íncubo inquietante, de prólogo insatisfactorio. La virginidad es para perderla y entre más temprano mejor. Todos asisten con desgano al espectáculo de los jóvenes que se quedan pobres, que no hallaron la puerta, que no abrieron la gran ventana ni ascendieron la gran escalera. Nadie quiere a los infantes perpetuos, adolescentes sin remedio, niños viejos y sin la capacidad de entrar a la fiesta de la vida… sempiternos menores de edad, terminarán siempre por ser sospechosos, por costarle dinero a los demás, por ser pedigüeños y por estar descolocados en todos los lugares, retardados, autistas económicos, engendros inútiles, que si se percataran de su verdad darían alaridos frente a los supermercados. Después de una vigilia colérica, la hambruna invade el espíritu y nuestro destino se convierte en una ciudad sitiada. No es solamente el miedo de no tener para la renta o para pagar el agua o para el desayuno de mañana, es el pánico de que en el reinado de la pobreza se aleja el amor, se exilian los bellos contactos, la existencia se extraña y nos toma distancia.
La pobreza, como lo descubrió el poeta sueco Harry Martinson en unas pocas líneas temblorosas, no es un estado económico sino un estado del alma. Su degradación central no consiste en que nos sean vedadas las cosas fundamentales como el alimento o la salud, el techo o el vestido, sino en el hecho, mucho más grave, de que quien está en sus manos se transmuta en el invitado indeseable. Porque, querámoslo o no, todos los pobres del mundo somos como Peter Sellers en
Cuando entras al reino de las necesidades, todo queda subordinado, todo queda raptado. Por un decreto misterioso, tan abyecto como ininteligible las formas de la satisfacción, inherentes al solo hecho de estar vivos, se alejan, se hacen evasivas y, en lo que constituye parte de la metáfora que escribe la pobreza, desearlas se convierte en delito. El rico es hecho para desear… el mundo le abre las piernas y lo llama… el mundo no cesa de inventar gustos nuevos, furibundos, hambrientos, golosos, para que esté feliz sobre la tierra… Pero si el pobre desea las mismas cosas está cometiendo un pecado capital, posiblemente cercano a alguna extraña y malévola forma de la delincuencia.
¿Es la pobreza, un género de la literatura fantástica? ¿Un capitulo indeseable de la metafísica? Sus imágenes, las pesadillas que engendra, su dulce y devastadora mitología tendrán un sentido que todavía no terminamos de descifrar? Bástenos saber que cuando la hemos llevado con nosotros como una reliquia atroz, como la visitación de una enfermedad mortal que no tiene tan siquiera la cortesía de matarnos, equiparamos sus penurias concretas y alimenticias a las tardes del desamor, no distinguimos entre la ausencia de un almuerzo y la ausencia de un gesto esencial, próximo, cálido y solidario, y nos hace un daño más que concreto sus ausencias tremendas y sus navidades terroríficas, y todo eso nos produce un sentimiento que poco tiene que ver con la hambruna, y que, en cambio, se imbrica con nuestros dolores más hondos, más ancestrales y arcanos, en nuestros sentimientos graves y nuestra memoria poética, la misma que los fija, los eterniza y un día los cantará, como un botín misterioso y terriblemente humano.
Libertad
Esta guerra nos ha mostrado cuán frágiles eran los tesoros de nuestra civilización. De todos nuestros bienes, aquel del cual más orgullosos estábamos ha demostrado ser el menos resistente: la libertad. Siglos de sacrificios, de pacientes esfuerzos, de sufrimiento, de heroísmo y de fe obstinada, la habían conquistado poco a poco; respirábamos su soplo de oro; nos parecía tan natural gozar de ella, como de la gran oleada de aire que pasa por la tierra y baña todos los pechos... bastaron unos días, unos pocos, para retirarnos esa joya de la vida; bastaron unas horas para que por toda la tierra una red aplastadora se extendiera sobre el estremecimiento de las alas de la libertad. Los pueblos la han entregado. Y aún más: han aplaudido su propia servidumbre. Y hemos vuelto a aprender la propia verdad: “Nada está realmente conquistado. Todos los bienes de este mundo no valen lo que ese don. Los lacayos de tu opinión, los cortesanos del éxito, no nos lo disputan. Y te seguiremos, Cristo de los ultrajes, con la frente alta: sabemos que resucitarás de tu tumba”.
Una confabulación contra el racismo
Por iniciativa de
Para rendir tributo a Carlos Arturo Truque se contó con la participación desinteresada del prestigioso director teatral hondureño Rafael Murillo Selva, quien inició su trayectoria precisamente en nuestro país, como parte del grupo fundador de
¿Qué sentido tienen eventos como este, donde se destaca el aporte negro a la tradición cultural colombiana? En nuestro país –donde el racismo no por asumir formas sutiles es menos eficaz–, hacer visible este aporte es de suma importancia para que avancemos en un reconocimiento efectivo y general de nuestra diversidad. Todavía hoy existe quien se sorprende cuando se dice que el bambuco y el bunde tienen su origen en cantos de esclavos negros o que el “Tío Conejo”, personaje de cuentos de la tradición oral de diversas regiones del país, es de raigambre africana y llegó a nuestro continente cargado de cadenas en los barcos negreros.
Pero a pesar de tanto oprobio, la cultura negra muestra aún su capacidad de resistencia: en
Honrosas excepciones al racismo campante, las hay: los asistentes a este alegre evento pudieron deleitarse con la declamación espontánea del poema de Jaime Jaramillo Escobar: Alheña y Azúmbar. Los lectores de Confabulación quedan todos invitados a poner distancia frente a estos residuos de racismo y clasismo que siguen vigentes en nuestra sociedad.
Entrevista con Jorge Enrique Botero
Uno de los periodistas más polémicos del país, quien fuera director de la Franja del Ministerio de Cultura y Telesur, concedió esta entrevista para Con-Fabulación ocho días antes de que el gobierno colombiano suspendiera unilateralmente la mediación del presidente Chávez en el intercambio humanitario. Revelaciones sobre el frustrado Acuerdo, detalles del libro que escribe sobre el guerrillero Simón Trinidad y pormenores de su vida llena de sobresaltos y amenazas
¿En que proyectos trabaja en la actualidad?
Llevo el registro de lo que será un documental que recoge paso a paso las incidencias del Acuerdo Humanitario. Un proyecto en el que me metí a finales del mes de septiembre cuando junto con la senadora Piedad Córdoba visité el campamento del comandante Raúl Reyes, en la profundidad de la selva amazónica, por los lados del Putumayo y fui testigo privilegiado de un encuentro, que a mi modo de ver, puede ser el germen del acuerdo humanitario. Más allá de eso, creo que puede ser también, lo que podría llamarse, la cuota inicial hacia un proceso que derive en la paz para Colombia.
¿Cómo termina ocupándose del registro y memoria de lo que puede ser el acuerdo e intercambio Humanitario?
Yo estoy viendo Tv y de pronto aparece la senadora Piedad Córdoba, hablándole a Chávez del tema del intercambio; cuando ella regresa a Colombia lanza la idea de reunirse con los familiares de las personas que están en poder de las FARC y con los familiares de los presos de los guerrilleros. Yo vengo realizando desde hace más de un año un trabajo de investigación para un nuevo libro en la cárcel del Buen Pastor, concretamente en el patio 6 con guerrilleras presas. De inmediato llamo a la senadora y le digo que tengo contacto con los presos de las FARC y sus familiares y que si quiere sirvo de puente. Ahí empezamos a conversar. El trabajo consiste en seguir a la senadora con registros en fotografía, video, audio para finalmente hacer un documental cuyo titulo provisional es “Así se hizo el intercambio”.
¿Acordaron términos para ese registro?
No, ella no me ha puesto ningún tipo de limitaciones, por supuesto hay momentos en que toca apagar la cámara, uno lo hace casi que intuitivamente. Tengo un registro que a estas alturas de la vida yo me atrevería a calificar de formidable, único, aunque falta lo principal: las imágenes de las personas llegando a sus casas y de los guerrilleros saliendo de la cárcel. Yo he hecho 5 documentales sobre el tema de las personas que están privadas de su libertad.
¿Cómo se imagina ese proceso?
Me imagino a los guerrilleros quedándose en Colombia, fieles a su vocación revolucionaria. Para ellos, el regreso a casa, es el regreso a filas porque las FARC son su familia. Habrá muchos, que tendrán otros planes para su vida. Otros a lo mejor ya están pensando en cumplir los sueños que han ido construyendo en todo este tiempo de cautiverio. En cuanto a las personas que llevan todos esos años en la selva, me las imagino no solamente regresando, refugiándose en su casa con pasión.
¿Por qué cree que el tema del despeje es uno de los inamovibles del gobierno Uribe?
El gobierno no quiere el intercambio, no le conviene y menos en los términos en que se va a dar ahora. Consideran que es una victoria de las FARC y que le hace mucho daño a las fuerzas militares.
¿Ese Acuerdo sobre el intercambio humanitario puede ocurrir antes de finalizar el año?
Hablar de tiempos en éste tipo de cosas y sobre todo cuando están las FARC de por medio es muy aventurado. Todos hemos comprobado que el manejo del tiempo por parte de la insurgencia es muy distinto al que tenemos nosotros, Sus lógicas en esa materia son totalmente impredecibles. De igual manera el gobierno se ha encargado de sembrar el escepticismo y ha quedando en evidencia que, si hay alguien que no quiere éste acuerdo es justamente el gobierno.
¿Ud, cree que el gobierno ve muchas más posibilidades en el rescate por la vía militar?
Sí, sí, claro. De hecho todo está absolutamente militarizado y lleno de unos comandos Jungla y Comandos Tánatos, y todo tipo de comandos de lo más extravagantes. Además de eso, hay mucho dinero en juego, hay ofertas de recompensas, hay caza-recompensas internacionales, hay mercenarios, hay organismos de inteligencia supra nacionales, organismos norte americanos, se habla de que los ingleses han metido mucho también en términos de tecnología y de logística para lograr el rescate. La idea por parte del gobierno es básicamente, la vieja idea de que para sentarse a negociar con el adversario hay que debilitarlo, llevarlo casi derrotado, por eso las incursiones militares no cesan. Yo diría que, desde el punto de vista táctico, más en el escenario de la defensa que del ataque, las FARC han demostrado una gran destreza militar. Cinco años de operaciones de gran envergadura, prácticamente no les ha hecho ni el más leve daño. Me lo decía Raúl Reyes en la entrevista que le hice, “esto ha sido una especie de post grado desde el punto de vista militar”, en el sentido que ha puesto a prueba toda su capacidad de defenderse de ataques de gran envergadura. Así y todo, estoy absolutamente convencido que el acuerdo se va a dar.
¿Qué obtiene Chávez con su gestión?
Yo creo que desde hace mucho tiempo él viene observando con dolor y con preocupación lo que pasa en Colombia. Me consta porque siempre ha sido una persona preocupada por el conflicto nuestro, se ha referido a él innumerable cantidad de veces, y para mí que, si él logra sacar adelante el intercambio lo que viene después, es su contribución para crear las condiciones hacia una salida política de éste conflicto y con eso gana por supuesto, gana su prestigio, gana su comodidad para moverse en el continente, como ha dicho él en repetidas ocasiones gana geo-estratégicamente hablando porque una salida política al conflicto colombiano significa pues otro modelo de sociedad aquí en Colombia. Todo ese escenario que el se ha planteado de países caminando hacia un destino común, bajo el concepto del boliviarianismo se hace mucho más factible. Él lo ha dicho decenas de veces –quiero hablar de lo geopolítico, le dice a Marulanda– quiero hablar de geopolítica y eso tiene mucho de ganancia.
¿Cómo cree que ha sido el desempeño del periodismo colombiano?
En general perverso, deliberadamente instigador de odios, por momentos oye uno a ciertos colegas como si estuvieran con el camuflado puesto y creo que hay una gran estrategia, muy bien diseñada, muy bien planeada, para construir unos imaginarios colectivos que se ha logrado. Pero particularmente en el tema del intercambio existe muy buena disposición de la gran mayoría de los medios para contribuir.
Hablemos del libro que está escribiendo sobre Simón Trinidad
Es un libro que ya está en impresión. Surge a raíz del hecho de que tengo el privilegio de asistir a los juicios contra Trinidad en los Estados Unidos. Es un libro que navega entre las aguas de la biografía y el reportaje. Primero era una gran crónica sobre los juicios a él pero con el paso del tiempo se fue volviendo una biografía también, porque me fui encontrando con un ser humano de unas proporciones formidables. Yo había conocido a Simón en los diálogos en el Caguán y hablé con el muchas veces, pasábamos noches enteras dedicados a desmenuzar éste país, a hablar de muchos temas, lo conocí bastante bien, le conocí su mundo afectivo, le conocí su compañera, su hijita; rehice la idea de que era una gran dirigente, un personaje de una gran estatura pero cuando ocurre su captura en Quito, su extradición a Estados Unidos, el comportamiento que tiene durante el juicio y el acercamiento que logro con su familia me hacen ver un personaje de una talla realmente formidable, creo que es uno de los colombianos más sobresalientes de éste siglo y pues me sumergí en su vida. Es impresionante y yo me pregunto cómo hace una persona como él que vive 24 horas del día en estado de confinamiento, no de aislamiento. Confinamiento, en una celda de menos de 2 X 2, en la que nunca apagan la luz, cómo hace una persona para mantenerse e ir al juicio y saludarlo a uno y reír y mantenerse en sus cabales.
¿Por que salió de Telesur?
Salgo de Telesur al sentir que ya he cumplido la tarea de montar el canal. Fue una experiencia única, se la agradezco a la vida porque esa vaina empezó en un cuarto del hotel Hilton, tres pelagatos echando números soñando ahí parrillas y demás y terminamos con el canal al aire, con corresponsalías en todo el continente, una sede muy bonita, estudios, cámaras, todo nuevo. Sin embargo durante el proceso me encontré con dificultades, incompatibilidades de forma de ser, mirar y de concebir el canal con algunas personas y eso no se pudo, atenuar sino que al contrario fue aumentando. Me preocupaba mucho por ejemplo la línea editorial tan vacilante y tan errante del canal frente a Colombia: Tuve un par de enfrentamientos con directivos que estaban más arriba que y derivaron en un atmósfera insostenible.
¿Cómo ve el desarrollo del Canal?
Le falta, pero también creo que ha mejorado, tiene construida una identidad visual, un buen despliegue técnico, hace una buena cantidad de satélites, está muy presente en los momentos cruciales del acontecer político y social de América. Sin embargo el gran problema del Canal es que no ha podido penetrar, no se ve o se ve muy poco. Le hace falta gestión, falta visión, pero creo que es la mejor idea que ha ocurrido en América Latina en materia de comunicación en los últimos años y está muy vigente. Si esa vaina se le empuja, pega muy fuerte.
Varios productores han mostrado su interés en llevar sus libros al cine. ¿Qué hay con esto?
Sí, es el caso de “Espérame en el cielo Capitán”. Alguien, me contactó hace como un año y compraron los derechos. Conversamos sobre cuál era la idea, quién iba a ser el guionista, el director en fin. El guión ya esta listo, recientemente figuró entre los ganadores de
Hay propuestas para llevar al cine otros de sus libros?.
No. Pienso que la novela que estoy escribiendo sobre presas que se fugan de la cárcel el Buen Pastor es una historia muy cinematográfica. Por ahora…, toda mi concentración y empeño esta en “Así se hizo el intercambio”.