Adiós a Germán Espinosa

Ha muerto uno de los últimos escritores colombianos formados bajo el árbol de la cultura, en nupcias con la sensibilidad, y ajeno a los gambitos engañosos de la estratagema publicitaria y el marketing. Anterior al pecado del comercio y al ultraje servil de los rating y los hit parade elaborados por libreros y editores. La grandeza de La tejedora de coronas, Los cortejos del diablo, Noticias de un convento frente al mar y muchos otros títulos, nunca recibió las preseas ni la lisonja que hoy son parte de la retórica de la literatura. Eso, tal vez, haya sido injusto, pero también lo protegió.

Frente a la pléyade de títulos evanescentes y de mamelucos que van instaurándose en nuestras letras, la pérdida de Espinosa es grave: fue un innovador, una sensibilidad alerta, un vanguardista. Creó una suerte de novela histórica traspasada de imaginación y erotismo, que luego sería copiada únicamente en su parte más trivial. Junto a otros creadores como R.H Moreno Durán, Oscar Collazos, Augusto Pinilla o Roberto Burgos Cantor, formó una generación llena de inventiva.

Con su muerte quedamos en manos del kínder perpetrado por las grandes editoriales españolas.