Entrevista con Carlos Palau

“El reencuentro del paraíso”

Por Julio Jaramillo Hoyos

Cáustico, con una concepción personalísima del cine, independiente y, sobre todo, entregado a la búsqueda de nuevas posibilidades narrativas, Carlos Palau estrena el 12 de octubre, su nuevo filme El sueño del paraíso, historia de un japonés que se enamoró de la novela María de Jorge Isaacs, emprendiendo un peregrinaje que dio origen a la migración nipona al Valle del Cauca. El realizador no logró los apoyos y prebendas comerciales obtenidas por casi todas las películas de la última cosecha. Sin embargo, la tentativa de reconstruir un fundamental período histórico de Colombia y Japón, convierten la pieza fílmica en una novedad y, a la vez, en toda una crítica a la incomprensión reinante en el séptimo arte criollo. Esfuerzo y poesía conjuntados.

En la actualidad parece muy importante que un filme obtenga el aval del departamento de cine de RCN, cosa que su película no logró. ¿Qué factores contaron para esta negativa?
Caracol Tv tampoco la quiso. Todos me dijeron que era bellísima, muy bien hecha, una historia increíble, pero que no era comercial…! No quieren arriesgar, no les interesa. Son gente cerrada que generalmente se equivoca todo el tiempo.

El espectador colombiano parece estar adoctrinado por algunas temáticas y un cierto estilo: ¿Será que asistimos a la cultura del mal gusto?
Ahora RCN esta produciendo películas en cuatro días, lo mismo que la FOX Colombia. Será muy difícil que de ahí salgan los nuevos Antonioni!

En la cinta está la sombra del realizador Kenji Mizoguchi. Háblenos de su relación y afecto por ese director.
Mizoguchi es el más grande poeta que ha dado la cinematografía desde que fue inventada. Si alguien de verdad ama el cine y quiere dirigir películas algún día debería obligarse a mirar sus cintas, pero no creo que los jóvenes directores tengan tiempo que perder en esas pequeñeces.

La María es el referente central de su película. ¿Trata usted de revaluar una obra que, aunque legendaria, parece haber caído en el olvido?
Amo la María, y cuando descubrí el lazo que unió la migración japonesa con esta novela, la volví a leer intentando buscar su profundidad, como sí fuera Juzo Takechima, el joven que la tradujo al japonés en los años 20.

Usted habla de la necesidad imperiosa de contar historias que escapan de las temáticas al uso del cine colombiano. ¿Está desaprovechando Colombia un arsenal de memorias?
No es Colombia quién las desaprovecha. Son los productores y directores quienes omiten historias hermosas, pero estoy seguro que pronto habrá quienes las rescaten No podemos seguir en este autismo artístico que nos aprisiona.

¿No teme que el público colombiano esté tan alienado que no comprenda o no haga un fácil contacto con el Sueño del Paraíso?
Esperemos hasta después del 12 de octubre y miraremos cuán grave es la enfermedad. De todas maneras, si la alienación es tan aguda, no por eso hay que venderle el alma al diablo. Seguiré arriesgando, abriendo trochas. Nunca tomaré el camino más fácil.

La crítica siempre habla severamente de los directores colombianos y pocas veces se cambian los papeles. ¿Cómo ve Palau el estado de la crítica cinematográfica en Colombia?
Por la forma en que escriben, se trasluce una necesidad imperiosa de figurar, en algunos casos, y en otros un sentimiento de amargura como si ellos también hubieran querido hacer películas sin el valor de correr el riesgo. Debe ser muy duro. Siento una gran compasión por ellos. Pero hay algunos críticos significativos como Alberto Posso.

Usted ha sido un artista rebelde, ¿creé que hay interesados en castigar dicha rebeldía?
Por el palo que me han dado parecería que sí. ¿Qué hice yo para merecer esto?

Hacia dónde apunta ahora Carlos Palau…?
Estoy desarrollando una idea con una actriz vallecaucana que jamás se ha empelotado en Soho. Dios la guarde de caer tan bajo.

¿Cómo fue el largo itinerario que recorrió usted para lograr hacer la película?
Decidimos con mi mujer y productora, Angela Market, comenzar de cero. Viajamos a Cali y le entregamos el guión a la Universidad Autónoma de Occidente, la que después de un año se comprometió a fondo, y gracias a ellos pudimos tener la cámara, luces, equipo técnico, la edición y 16 estudiantes que hicieron sus prácticas con nosotros. Sacamos un proyecto al debe. Solo tuvimos 40 millones para la producción, cuando normalmente se rueda teniendo de 500 para arriba. Es la apasionante y larga marcha que debe hacer un director que cree en su proyecto. Nunca se puede dar uno por vencido.