Contra una literatura domeñada

Por Floriano Martins y Claudio Willer *
En esta colaboración especial para Con-fabulación, dos connotados escritores y traductores brasileños realizan una cruel inspección a la cultura de su país, para develar que también está acechada por los peligros de la oficialidad y de la mercachiflería editorial

La escena política del Brasil contamina toda posibilidad de diálogo con la cultura hispanoamericana. Hay una presunción estrafalaria por parte del intelectual de sentirse superior al ambiente cultural que le es vecino. La gran prensa explota este complejo nuestro y excita la tensión malsana de esa polaridad. Así eliminamos, por ejemplo, cualquier posibilidad de aceptar la vida cultural sustantiva, históricamente consolidada, participante activa de todos los procesos artísticos, en países como Cuba, Bolivia y Venezuela. Los hermanos –término vulgar e irrespetuoso con el que hasta incluso escritores brasileños tratan a sus pares vecinos de lengua española– son recibidos en el Brasil por una contingencia del mercado editorial internacional (en especial, la entrada en el país de grupos editoriales españoles). Sus autores no son los más representativos (justamente los que lo son no están allí por esa razón) sino aquellos que siguen un maquiavélico abecé estético que restringe a códigos mínimos de género y estilo lo aceptable en términos literarios.

Difícil panorama para ser previsto, sobre todo en un país como el Brasil, que siempre fue un completo ausente en lo que comporte un diálogo, de cualquier orden, con lo que le es exterior, y, peor aún, interior. Nuestra vergüenza de aceptar lo que somos nos llevó siempre a inventar un mundo lleno de fantasías, idealizando un ambiente internacional en el cual éramos aceptados de forma mágica, código delirante acentuado por el fútbol, el carnaval y el esplendor inexplicablemente inalcanzable de una cultura que continúa forjando magnitudes estéticas de asombrosa grandeza. Claro que ya no percibimos, cegados por la gran prensa, dónde duermen esas piedras mágicas contemporáneas.

Ejemplos de esta ausencia de diálogo encubierta por un diálogo de los media pueden hallarse en los espacios que la mediana y la gran prensa dedican a la literatura hispanoamericana, y en las fiestas literarias, eventos que funcionan ecológicamente como simbiontes, organismos que toman parte en una simbiosis, que se apropian de ella, una forma de violación de un proceso de cambio. Si se diera el caso de que la prensa (de cualquier porte) se tomara el trabajo de preguntar a los autores invitados a esos eventos cómo se sienten participando de un proceso proclamado como de aproximación cultural, seguramente la respuesta expresaría un malestar muy grande, un desencanto, una sorpresa angustiante, considerando la expectativa inmensa, la felicidad intensa y auténtica, por parte de todos ellos, de venir al Brasil. Sin embargo, aquí son tratados como extraños, excepción hecha de los mascarones de proa del ambiente del libro-mercado internacional.

Las distinciones establecidas por la curaduría de esos eventos o por el manual de prensa de los periódicos son todas de orden mercadotécnico (en algunos casos hasta bien determinadas por una limitación política), y en ninguna circunstancia tienen en cuenta, como elemento decisivo, el ambiente estético, la valoración de los autores, y menos aún se muestran interesadas en realizar la integración cínicamente pregonada. Al vivo, también nuestros escritores, primadonnas ya aclamadas o camino de la gloria, siguen dando al mundo un aire pueblerino de alienación. Es una ecuación curiosa esta: no formamos parte del mundo, pero queremos que el mundo forme parte de nosotros.

Muchos de esos escritores rezan por el vademécum de la gran prensa y se creen con derecho a referirse a un delicado ambiente político vecino como de restricción de las libertades, orgullosos de su gesto democrático de reconocer al otro sólo de forma circunstancial.

Hay culturas pobres y ricas, bien sedimentadas o quebrantadas en innumerables aspectos, pero lo que pasa en el Brasil es un caso extraño de vulgaridad, de indescriptible talento para lo mediocre, para lo despreciable desde el punto de vista humano, para la insociabilidad perenne, si entendemos la sociabilidad como ansia de enriquecimiento existencial a través del diálogo.

Es vergonzosa la manera como nos comportamos actualmente ante esta moda mal disimulada a la que llamamos aproximación a la cultura hispanoamericana. No comprendemos –y lo peor es que no tenemos ningún interés en comprender– qué está pasando entre las dos partes de la relación arriba mencionada: los que actúan en la construcción de una identidad cultural, y los que se empecinan en el fortalecimiento de barreras que impiden la visibilidad de nuevas conexiones de enriquecimiento humano.

Nosotros, como editores y escritores hemos participado en eventos dentro y fuera del Brasil, donde se comprueba este hiato persistente, una renuencia incivil, estúpida y excesiva de nuestros escritores a manifestarse, a dejar de ser disimulados, a expresar lo que les duele, sus razones de ser. Si no lo hacen, al menos que dejen de decir que son socios de esta moda: el interés de la gran prensa por la literatura hispanoamericana.

* Editores da Agulha – Revista de Cultura brasileña