Durante el reciente Encuentro andino sobre Diplomacia Cultural convocado por
¿Por qué la cultura ahora interesa a los políticos?
Cuando ocurrieron los lamentables sucesos del 11 de septiembre del 2001, fue inesperado observar cómo las interrogantes se dirigían hacia la cultura para buscar allí –y no en la economía o la política– las respuestas y las claves para entender lo ocurrido. En efecto, en un contexto de interculturalidad efervescente y de magnificación del poder simbólico, la cultura se ha vuelto una práctica social colectiva cada vez más influyente en las relaciones internacionales –incluida por primera vez en las prioridades de la agenda internacional–, cuya adecuada “gestión” puede hacer de ella un recurso estratégico para la gobernancia, el desarrollo y la diplomacia mundial. Dando cuenta de esta evolución, Joseph Nye, una de las autoridades del liberalismo institucional, considera a la cultura como un Soft Power, término que puede ser asimilado como un poder intangible o un poder versátil.
¿La cultura ha cambiado el mapa de las relaciones internacionales?
El modelo tradicional, que concebía estas relaciones como vínculos exclusivamente entre estados, ha sido corregido y completado en las últimas décadas. Esta nueva forma de gobernancia global es considerada como un multilateralismo complejo. En él interactúan no sólo dos o más estados, sino también otros componentes de la sociedad, como son las ONGS, universidades, entidades regionales, las asociaciones representativas de la sociedad civil (grupos empresariales, sindicatos, pueblos indígenas, asociaciones profesionales, migrantes, etc.), que influyen en las decisiones interestatales. Y después del 11 de septiembre todos sabemos que una situación de desavenencia permanente al interior de los estados o entre estados favorece el incremento de la pobreza y la presencia de grupos extremistas, repercutiendo en la seguridad (colectiva) de muchas naciones, sean grandes o pequeñas. En estos contextos surge la cultura como un recurso para la cohesión social, el diálogo entre los pueblos, la paz social y el desarrollo compartido.
¿El llamado poder intangible (la cultura) es entonces el encargado de evitar las guerras que se están gestando en el mundo?
Tradicionalmente, la política exterior ha estado inspirada en una lógica sustentada principalmente en un poder coactivo. Esta clase de poder suele llamarse poder tangible. El poderío económico refuerza la esfera del poder tangible. Si se siguiera esta lógica, la capacidad de influencia de un determinado país en el ámbito internacional sería entonces proporcional a su poderío material. Pero esta lógica lineal no siempre acierta.
Si se profundiza en el potencial intangible se puede advertir que este recurso fue muy utilizado históricamente, en especial en
¿Habrá opción para América Latina cuando sabemos que los países desarrollados dominan el mercado de bienes culturales?
Es importante trabajar al respecto. La expansión de las comunicaciones alcanzada gracias a las nuevas tecnologías y a la creación de redes mundiales, ha potenciado enormemente los intercambios de bienes culturales. Según datos de
¿Ahora desde las órdenes políticas se entiende la cultura como un corpus dador de paz?
Tanto
¿América Latina podrá explotar su poderío imaginario en contra de la desigualdad y de sus conflictos imperantes?