Guasca: De municipio verde a municipio plástico

Por Ana Milena Puerta *

¿Qué hay detrás de la reputada industria de las flores colombianas? ¿Son sus métodos tan civilizados y asépticos como promulgan los productores? ¿O, por el contrario, subrepticiamente, se teje en este negocio una cadena de injusticias y de irregularidades? Detrás del cielo de las flores está el infierno de su producción, según cree la poeta caleña, quién otea una realidad desconocida, posiblemente ingrata.

Guasca en lengua chibcha significa “Cercado de cerros” y es el nombre de un pueblo edificado en la falda de un monte, a 60 minutos de Bogotá, por la autopista norte, a 15 minutos de Guatavita.

Guasca fue fundado en 1.600 por el oidor Luis Enríquez y repoblado en 1.639 por el también oidor Gabriel de Carvajal quien en el empadronamiento contó 1.049 indios. Su población actual es de 11.345 habitantes.

Situado en el denominado “Valle Sagrado de Guasca” de los muiscas, donde también se encuentran las tres lagunas de Siecha, en el páramo de Guasca, a una altura de 3.673 metros sobre el nivel del mar. Estas lagunas fueron adoratorios de nuestros ancestros, de allí extrajeron una balsa de 268 gramos de oro representativa de la ceremonia de El Dorado, la cual se encuentra en el Museo del Oro, en Bogotá.

En Guasca vivió y comenzó a escribir su obra El Carnero Juan Rodríguez Freyle, basada en relatos de su amigo don Juan, Cacique de Guatavita, y sus peleas con el Cacique Bogotá, en 1.537.

En sus 32.000 hectáreas, el municipio de Guasca cuenta con muchos humedales, en este rico valle es posible todavía encontrar agua a pocos metros de profundidad. Esta condición hace posible que parte de su caudal surta a la ciudad de Bogotá.

Guasca se encuentra en el proceso de certificarse como municipio ecoturístico, situación que favorecería los proyectos productivos y vitales de sus pobladores, en su mayoría propietarios de pequeñas parcelas o negocios en el casco urbano, muchos de los cuales desarrollan una agricultura basada en buenas prácticas agrícolas y orgánicas, evitando contaminar este fértil valle.

Sin embargo, floricultores con grandes negocios de exportación han decidido realizar, en el valle de Guasca, sus siembras en invernadero, generando contaminación visual (por el plástico de los mismos) y ambiental (por los funguicidas de las plantas) y poniendo en alto riesgo los cultivos de producción limpia y las fuentes de agua del municipio.

Que Guasca es un “municipio floricultor” es su argumento. Veamos: de los pobladores de Guasca ninguno posee cultivo de flores, de los 1.300 empleados de las floristerías apenas un 20% son nativos habitantes del municipio; tampoco existe un parque de las flores, ni ciclo rutas para los empleados, ni desarrollo social realizado por los inversionistas de las flores en procura del bienestar y calidad de vida de sus habitantes.

Otoniel Alberto Cifuentes, Alcalde de Guasca, denunció en reunión del Concejo Municipal del día 30 de mayo de 2007, que los numerosos habitantes llegados al municipio, atraídos por el empleo de las floristerías, están generando inseguridad, hurtos y drogadicción entre sus habitantes, además de una creciente demanda por servicios públicos y de salud que el municipio debe asumir y que restringe la prestación de los mismos para sus habitantes.

El empleo en las floristerías no es una alternativa económica para los guasqueños, en esta población se necesitan proyectos de vida productivos como los que se derivan del ecoturismo y de la siembra de productos limpios.

Y lo más grave: en diez años esta fuente de humedales, de verde y de vida puede acabarse por el uso industrial desmedido de sus tierras, por la aplicación de funguicidas y fertilizantes propios de las flores y por la utilización del agua, que es para todos, solamente para las grandes plantaciones de flores que en estos momentos la utilizan sin ninguna restricción ya que no existe regulación municipal al respecto.

Estas grandes empresas de flores, que son exportadoras, no tributan en Guasca, así el municipio no se beneficia en nada de su asentamiento.

En el Plan de Ordenamiento Territorial - POT de Guasca, se señala que se debe “desestimular el uso de invernaderos en los cultivos” sin explicar bien lo que eso significa; de hecho el último semestre se han construido más invernaderos que en los años anteriores, sin licencia por parte de la Alcaldía y sobre los terrenos del valle y no en ladera, como debería de ser.

Es necesario que el Ministerio del Medio Ambiente, Corpoguavio, Asosiecha y la comunidad en general tengan conciencia del daño ecológico que se está cometiendo en el valle de Guasca, del desmejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, de su condición de municipio verde y de la situación social agravada por los foráneos que las floristerías atraen, y que juntos contribuyamos a salvar el que alguna vez fuera Valle Sagrado para nuestros ancestros.

La vocación de Guasca se encuentra en su maravillosa naturaleza: es un municipio lleno de verde, de lugares turísticos y de personas emprendedoras que desean ofrecer a los visitantes una alternativa diferente en turismo ecológico y, de paso, probar el mejor ajiaco del mundo, en la cuna del mismo: Guasca.

Poeta y periodista colombiana