Entrevista a José Ángel Leyva

La dictadura de la cultura Televisa
En cercanía de la Feria del Libro de Guadalajara, el poeta y gestor cultural mexicano José Ángel Leyva, ex-director de la feria del Zócalo, director de la importante revista Alforja y alguien que está pendiente de todos los movimientos e implicaciones de la cultura y del libro en América Latina, habla para Con-Fabulación.

¿Cómo se verifican las relaciones entre Cultura y Estado en tu país?

Desde mi punto de vista, uno de los mayores patrimonios naturales es la cultura. México es un país con una gran diversidad humana y biológica, con una historia rica y un caudal enorme de manifestaciones de una sensibilidad creativa que se puede constatar no sólo en el arte y en la literatura, sino en las culturas populares. Me parece que aún no se entiende el valor de esta premisa, aunque todo el mundo hable de cultura. El ejemplo de España sería el de una nación y una sociedad que ha entendido el gran capital que representa la cultura, la herencia cultural, el patrimonio artístico e intelectual.

¿Cuáles son en México los vasos comunicantes entre la política y la cultura?

En México ha existido un maridaje entre los intelectuales y el gobierno desde el establecimiento del priismo (70 años de gobierno del Partido Revolucionario Institucional-PRI). Ese ogro filantrópico del que hablaba Octavio Paz. El priismo ha sido más que una forma de gobierno, una forma de vivir y de pensar, de actuar. Los partidos de oposición, los llamados de izquierda, están constituidos esencialmente por cuadros que provienen de esa fuerte tradición, que militaron durante años en ese partido y que salieron de allí sólo en el momento en que vieron que la nave iba hacía agua. Esa conciencia, por supuesto, nunca fue ni será crítica, es decir, capaz de examinarse a sí misma antes de cuestionar a su “contrario”, que en el fondo es su alma gemela, pero vista como reflejo deforme en un espejo.

¿Queda un espacio para la vocación crítica, para la reflexión intempestiva y develadora?

La Cultura que el Estado impulsa es aquella que no critica; la cultura que los intelectuales militantes en la oposición cultivan es la que no los cuestiona a ellos, la que nos los caricaturiza, la que al tomar partido hace invisibles sus errores. Los defectos y las fallas son siempre del contrario. En eso encuentro una escasa inteligencia, pues aun los deportistas, por ejemplo los boxeadores, para hablar en términos de contienda, estudian a sus rivales a la luz de sus propios recursos y sus alcances, sus limitaciones. Es importante saber quién es uno para saber qué puede y no puede hacer bajo tales circunstancias. La cultura que el Estado impulsa es la de los premios y las prebendas (trátese de gobiernos de derecha, de centro o de izquierda), a la vieja usanza del PRI. Becas, premios, apoyos diversos, puestos públicos, etcétera, conforman esa compleja red donde los artistas e intelectuales mexicanos se enredan y se tejen. Los intelectuales mexicanos se vuelven domésticos porque en gran medida viven en el confort que el Estado propicia y concede, sobre todo para quienes viven alertas a tales convocatorias.

La iniciativa privada apoya una cultura determinada fundamentalmente por las grandes cadenas de televisión, una cultura ñoña y estúpida, carente de imaginación, o lo que denominamos Cultura Televisa. Pero la gran cultura, no se hace necesariamente con los apoyos del Estado, crece y se reproduce independientemente de esa maquinaria coercitiva, mediática, mediocrizante. Hay una fuerza independiente muy grande, una dinámica en la cultura y la contracultura que obliga al Estado a buscar un diálogo para no ser rebasado, aunque siempre resulta así.

¿Si pensamos en aspectos como estímulo a la lectura y formación de público, cómo se vienen comportado, en tu país, las ferias del libro? ¿Ellas ahora van cediendo espacio a una cultura del espectáculo?

Las Ferias de Libro, como la muy exitosa Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, la de Monterrey, la de Minería, entre otras, son en gran medida espectáculo, pero en el caso de Guadalajara son también un gran negocio. No creo que las Ferias del libro sean un factor determinante en la promoción y fomento de la lectura y de los libros, pero sí son útiles y es necesario apoyarlas. Los editores ven a las Ferias como vitrinas y actos culturales donde invierten más de lo que ganan. Para los escritores son también escaparates y plataformas de promoción.

La banalización de la cultura está echando raíces de manera dramática en Colombia. También en México se siente su avance?

No estoy en contra del espectáculo si éste es bueno y sustancioso, como todo buen espectáculo. La banalización de la lectura y la frivolización del papel de los escritores sí me parece lamentable, pero me parece que no sucede a menudo en este tipo de encuentros y de actividades encaminadas a promover la lectura. El contacto de los autores con los lectores es muy positivo. Firmas de libros, charlas, elaboración de periódicos locales de cada feria para dar a conocer internamente los acontecimientos que la prensa local no va a cubrir porque en general no les interesa, es una medida muy aconsejable. Esto lo pueden hacer como ejercicio estudiantes avanzados de periodismo bajo la guía de una buen periodista experimentado. En verdad, los resultados son siempre buenos y la gente lee, se descubre en ese contexto.

¿Cómo extender el abrazo de solidaridad entre las distintas culturas?

Sería bueno entonces romper las barreras haciéndonos más presentes, impulsando proyectos de la sociedad civil, de esa cultura informal, de esa cultural no oficial, y también de la oficial, pero sobre todo de la primera que es la que verdaderamente nos representa. En esta incluyo los esfuerzos autogestivos de los agentes culturales que hacemos las revistas, las editoriales independientes, el cine, el teatro, etcétera. No debemos dejar de lado la experiencia fantástica de Internet, donde muchos de nosotros nos hemos descubierto.