Entrevista con Jotamario Arbeláez

“La réplica”

En un crepúsculo santafereño, de nubes grises que amenazan lluvia y vientos gélidos que calan los huesos, decidimos visitar al más acicalado y frenético, de los últimos bastiones del Nadaísmo en Colombia.

Este incansable poeta, predicador de la orden de Gonzalo Arango y columnista del diario El Tiempo, en su estudio del barrio Chapinero, conversó con Con-Fabulación al calor de una botella de Whisky y nos reveló desconocidos intríngulis y entresijos del movimiento más polémico de la aletargada literatura Colombiana. Adelante Jota.

Háblenos de las relaciones entre la Revista Mito y el Nadaísmo.

Los intelectuales que siguen hablando mierda del Nadaísmo, después de 50 años de habernos abierto campo a coñazos en el burdel literario, y que no fueron capaces de inventarse otro movimiento más berraco para opacarnos, sostienen que lo único vanguardista que hubo en Colombia fue la revista (que también llaman el grupo) Mito. Callan que Gaitán Durán, que en el primer número publicara como texto inicial el “Diálogo entre un sacerdote y un moribundo”, del Marqués de Sade, nos dedicó íntegramente el último número (41-42), que termina con un panfleto de Gonzalo Arango acerca de Caryl Chessman, el famoso asesino de la linterna verde, sentenciado a la silla eléctrica (1). Cuando el codirector (2) y el comité de redacción de la revista (3), ninguno de los cuales era capaz de continuarla, por física flojera, se dieron cuenta de que Gaitán había tomado la determinación de cederle la dirección de Mito a Gonzalo Arango, prefirieron condenarla a la desaparición y aplicarle al profeta ‘la aplanadora’. ¿Cómo les parece? Si alguien no me cree, pregúntele a Álvaro Mutis (4). Si el maestro no le pasa, diríjase a Armando Romero.

1. ‘’Caryl Chessman y el nadaísmo’, redactado cuando desde Colombia se clamaba que se le conmutara la pena, terminaba con este párrafo: “Para nosotros, Chessman es un hombre más en este aburrido planeta. Su vida no tiene importancia para nadie, como no la tiene la nuestra. Su ejecución, de haberse realizado, no impediría que los hombres que pidieron el aplazamiento vayan al cine o al partido de fútbol, y que por la noche en sus cuartos lo hubieran olvidado mientras acariciaban la ubre de sus mujercitas. ¡¡Y nuestros muertos colombianos es que no están muertos, señores humanistas? No sabemos por qué arman tanto ruido en torno a este míster.”

2. Hernando Valencia Goelkel.

3. Eduardo Mendoza Varela, Eduardo Cote Lamus y Fernando Charry Lara.

4. Y si Mutis no pasa, a Armando Romero, depositario de la confidencia.

¿Cómo contribuyó el Nadaísmo a remover la literatura acartonada y engolada de Colombia en su tiempo?

El Nadaísmo es el único movimiento que se mueve en Colombia. La literatura anterior al Nadaísmo era tan pretenciosa como la de ahora y casi tan mala. El único que le plantó el macho a nuestra incipiente soberbia fue García Márquez, quien con Cien años de soledad nos bajó prácticamente del ring, aunque no sólo a nosotros. Pero tuvimos un discípulo mejor que todos los que aparecieron después, Andrés Caicedo, quien con Qué viva la música! les dio sopa y seco por anticipado. Y eso que aún muerto sigue escribiendo, gracias a Sandro Romero.

¿Qué relación tuvieron con las otras vanguardias latinoamericanas y con los Beat?

Allen Gisberg nos adoraba; se lo dijo a Álvaro Barrios en Nueva York. Varios nadaístas convivieron con ellos. Las revistas El Corno Emplumado de México y Eco contemporáneo de Buenos Aires, dirigidas por Sergio Mondragón y Miguel Grinberg, nos dieron respiración boca a boca y un aire internacional. En varios países se crearon movimientos a nuestra imagen y semejanza. Valga destacar El Techo de la Ballena de Venezuela, y Los Tzántzicos del Ecuador. Además poetas contemporáneos o que vinieron inmediatamente después de nosotros aprovecharon la tronera que habíamos dejado abierta para lanzarnos improperios personales que les rebotaban, pero ninguno tuvo el carisma, el liderazgo ni la grandeza para imponer ningún movimiento nuevo, a no ser alrededor de revistas. Así, nos vimos condenados a asumir una hegemonía poética que nunca buscamos. Y ahora con mayor razón, cuando todo el mundo nos tiende alfombras, en las que a decir verdad, ya no nos cagamos.

¿Cómo se movió el Nadaísmo en los mundos de la droga, tipo marihuana, hongos, perico, ácidos…? ¿Y cómo con la cruzada por la legalización?

Nunca tuvimos ninguna relación con la droga, aparte de consumirla. Yo fui el primero en abogar por su legalización, en frase que me birlaría Ernesto Samper, cuando hacía piruetas en busca de la presidencia.: “¿Qué necesidad hay de legalizar la marihuana, si la marihuana es legal?” Como la cannabis se quedó para hippies recalentados, arterioescleróticos terminales y cancerosos y sidosos esperanzados (“El cigarrillo produce cáncer y la marihuana lo-cura”), metimos todo lo que nos cupo por boca y nariz, perdonando la venas. Y como ahora ya esos fármacos metafísicos ni cosquillas nos hacen, hemos vuelto al vodka y a la chicha.

¿Hubo en algún momento, o las hay, divergencias políticas en el Nadaísmo?

Mientras en el Nadaísmo, en la época brava, unos eran ‘comandantes’ o dirigentes o poetas de izquierda (Pablus Gallinazo, Pedro Alcántara, Eduardo Escobar), otros eran monjes zen o cristianos (Elmo Valencia, Jan Arb), otros respetables ciudadanos para ocultar al monstruo (X-504, Malmgren Restrepo), otros beatniks neoyorkinos (Amílcar Osorio, Alberto Escobar, Jaime Espinel, Álvaro Medina), otros vanguardistas académicos (Armando Romero), y algunos creativos con ínfulas de genios publicitarios (para muestra un botón). El Nadaísmo dio para todo. Tanto que ahora, pasados 50 años, el más inteligente de todos, el estilista Eduardo Escobar, se nos volvió uribista de raca mandaca. Y a pesar de que le operaron el cerebro sigue en las mismas. No me explico cómo al presidente no le ha dado un soponcio.

¿Le ha servido la poesía para sacarse algún clavo?

Me ha servido para ejecutar la venganza china. Perdí el bachillerato, y gracias a la poesía ahora soy, no sólo bachiller honoris causa, sino doctor de la Santiago de Cali. No asistí a la universidad y merced a la poesía fui catedrático de Nadaísmo en la Javeriana. Por Cristo. Aparte de la medalla de cuero, logré la Orden del Congreso de Colombia en el grado de Comendador. A pesar de que algunos colegas me niegan el título de poeta, he merecido tres premios nacionales de poesía. La poesía me ha llevado por 20 países. Nadie me daba trabajo y por un golpe de dados terminé pensionado con sueldo de ministro. Me dejaron 29 mujeres y gracias a la poesía logré completar 31. Mis libros no se venden para ruina de mi editor, pero mis escritos en El Tiempo, El País, Cronopios y Soho llegan a más de un millón de lectores. Como decía mi socio Gonzalo Arango, de quien heredé su máquina de escribir, para quejarme tendría que estar muerto.