Cuentos Crueles

Por José Chalarca

La biografía del conde Jean Marie Mathias Philippe Auguste, parece calcada sobre uno de sus cuentos. Nacido en Saint Brieu en 1838, fallece en París en 1889 a donde había llegado muy joven desde su provincia natal para hacer crecer una fortuna que venía en mengua desde un ancestro de su mismo nombre, Tercer Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén que vivió entre 1464 y 1534.

El París de la segunda mitad del siglo XIX no solo consumió los últimos francos del patrimonio del conde de L ´Isle-Adam sino que lo condenó casi a la extrema miseria. Villiers de L ´Isle-Adam probó suerte con la poesía y el teatro, pero ninguno de los dos géneros le propició el éxito. Su obra surgió bajo la influencia de Charles Baudelaire y Edgar Alan Poe y se mueve entre el simbolismo y el ocultismo.

Su figuración en las letras francesas y universales se debe sobre todo a sus Cuentos Crueles cuya primera serie apareció en 1883 y la segunda, Nuevos Cuentos Crueles, publicada en 1889.

Los personajes de estos cuentos son seres al borde del abismo, llevados allí por el fracaso en el amor, en los negocios o en la vida misma y parecen ser proyecciones de los avatares de la existencia azarosa de su autor.

Todos los protagonistas de sus narraciones se mueven en una atmósfera densa en la que no es posible entrever el más tenue lampo de claridad. Todos tienen como destino final la más oscura fatalidad o la desfiguración de lo aparentemente bello, como ocurre en el cuento “Flores de las Tinieblas”, en el que las ofrendas florales que adornan los féretros, terminan vendidas por las pequeñas floristas en las noches de los cabarets parisinos.